Diario de trabajo para montar a Kleist por Mariana Percovich

“Cuantas cosas se agitan en el corazón de las mujeres que no son para ser mostradas a la clara luz del día”

Pentesilea de Heinrich Von Kleist (Alemania, 1777-1811)


sábado, 17 de septiembre de 2011

Nota en Sábado Show sobre Pentesilea.


http://www.elpais.com.uy/Suple/SabadoShow/11/09/17/sshow_593111.asp

Buenos ladrones

Mariana Percovich estrenó Pentesilea. Aquí una charla sobre la incomodidad de hacer teatro.


Por: Mariángel Solomita
Comiencen por creer que no comprenden. Al gimnasio del ISEF hay que entrar en dos filas, una de hombres y otra de mujeres y ubicarse entre sillas y bancos que arman dos tribunas opuestas, según el género.
Hay seis personas en la cancha. Tres son hombres. La vestimenta es deportiva, y tienen escrito su apellido en la espalda.
Se ejercitan y comienzan a jugar. Están actuando. Usan pelotas de tenis, de fútbol, guantes de boxeo. Saltan, se trepan, corren y transpiran. El espectador puede ver el sudor, sobre todo cuando Pentesilea, las guerreras amazonas, Aquiles, Ulises, el soldado de la cuarta fila, se acercan al primer banco y le hablan agitados.
El espectáculo número veintidós de Mariana Percovich vuelve a montar Pentesilea, la obra que el romántico alemán Heinrich Von Kleist presentó en 1805. Von Kleist nunca recibió elogios, a los 34 años planeó su suicidio y dejó el epitafio pronto: "Ahora, ¡oh inmortalidad!, eres toda mía."
Desde entonces Pentesilea fue revisada y convertida en una obra esencial, y a él lo reconocieron como un creador clave en y para la evolución posterior de las artes alemanas.
Un artista en busca de lo absoluto, Von Kleist se obsesionó con el riesgo, quiso cambiar las formas teatrales. Y Percovich ya demostró tener agallas -suficientes e inteligentes- cuando hizo que veinte mil espectadores vieran su polémica versión de Bodas de sangre, en el Solís, y con elenco de la Comedia Nacional.
Contar una tragedia griega en medio de pelotazos merece recordar qué provocaciones mueven a Mariana Percovich: qué hay que comprender para creerle desde el comienzo.
-Sos dramaturga y directora, ¿cuál vocación sentís más propia?
-Empecé dirigiendo en 1996 (Te casarás en América) y al mismo tiempo hice un taller de dramaturgia porque quería contar historias que no encontraba en textos, y porque era un momento en el que muchos de mi generación hicimos lo mismo: escribíamos y dirigíamos nuestras obras. Egresé del IPA como profesora de literatura a fines de los `80 y me dediqué a dar clases en las escuelas de teatro, y no paré nunca más. Fui crítica, era la editora de cultura de Búsqueda y renuncié para dedicarme a dirigir. Pero yo soy tan docente teatral como directora y dramaturga, ahora sumé la docencia en dirección teatral porque me parece fundamental formar directores y porque es la manera en que yo me siento joven y reciclada permanentemente, porque los jóvenes te obligan a revisar tus puntos de vista.
-¿Reconocés en tí un estilo de teatro?
-Creo que sí, que hago un teatro de investigación y de arte, de búsqueda del lenguaje, sobre todo el tema del espacio teatral, creo que eso también me caracteriza, el permanentemente estarme cuestionando lo que es el teatro, el contenedor del teatro, dónde hago teatro y por qué cuento una historia en determinado lugar.
Hay gente que dice que en mis espectáculos el peso del diseño es importante. Yo siempre digo que con Margarita Musto aprendí el trabajo con el actor desde otro lugar, me doy cuenta que hay un trabajo con el actor que yo cada vez lo he ido como poniendo en el centro, sin dejar de lado el trabajo con los diseñadores.
Soy de las que cree que un director debe tener sus parejas estables de diseño teatral, un escenógrafo, un iluminador, un diseñador de vestuario, un diseñador sonoro, terminan de completar la visión que tiene un director, o construyen junto al director la visión donde el centro es el actor. Es el único centro que hay. Por más que a la dramaturgia le doy un gran lugar, el director es un conductor, es la persona que genera condiciones para que la creación ocurra.
-¿Cuánto ocurre en la investigación y cuánto en el montaje?
-La investigación es el montaje. Lo que pasa en los ensayos es investigar el lenguaje para contar esa historia, cómo contar esta historia es la investigación, en Pentesilea por ejemplo fue cómo unir el campo deportivo con el campo teatral y con el campo de batalla.
-¿Cuál fue el punto de partida?
-Siempre que leía Pentesilea sentía que el combate amoroso entre géneros estaba estallado en esa obra, y que por cómo estaba planteado por el autor había una cosa como de bandos. Y porque escucho desde hace años el uso de la metáfora deportiva en el teatro, los actores se saludan antes de un estreno y dicen `hay que clavarla en el ángulo`. Ya que yo no soy deportiva, ¿por qué no investigar en el teatro sobre esto?, qué pasa con el gesto deportivo y el objeto deportivo. La investigación pasa por encontrar las mil y una maneras de contar una historia y el momento de creación de un director es en el ensayo.
-¿El trabajo en solitario hasta dónde llega?
-Los únicos procesos solitarios que tengo son cuando escribo una obra. Pero es una soledad polifónica, porque es una soledad en la que vos escribís para que otros digan algo. El momento en que soy más feliz es en una sala de ensayo con mis actores, y en las etapas de montaje final, con los diseñadores en los espacios. Son los momentos de mayor felicidad, porque es ahí donde mi creatividad puede manifestarse, todo lo que hago en mi vida alimenta eso.
-¿Qué buscás obtener de un texto?
-Una historia que creo que hoy vale la pena contar, no los elijo por su belleza formal.
-Cuando se menciona tu preferencia por utilizar espacios no convencionales, algunos críticos hablan de tradición, ¿te conforma que usen esta palabra?
-Sí, absolutamente, y estoy muy orgullosa porque veo que para los jóvenes es lo más natural del mundo y que para nosotros era una demencia.
En realidad los espacios siempre parten del proyecto: quiero hacer una obra de tal tema y la voy a hacer en tal espacio. Y la voy a contar de tal manera, entonces preparo los ensayos y el estilo de ejercicios que voy a proponer a los actores. Voy viendo a partir de los estímulos que planteo qué cosas acontecen, y de ahí armo un montaje. Tu responsabilidad es no quedarte en repetir una fórmula, yo soy muy exigente con los jóvenes directores de los espacios no convencionales desde ese lugar: que tenga que ver con la historia que estás contando, que te haga sentir de determinada manera.
-¿Te dan más libertad creativa estos espacios?
-No sé, te complica la vida a nivel de producción. Es carísimo, es complejo. Tenés que solucionar temas de cableados, seguridad, bomberos, permisos, es una demencia. Pero tiene un potencial más caleidoscópico que la sala italiana. Ojo, yo con los años he aprendido a amar la sala italiana. Mis aventuras en espacios no convencionales me hacen volver a la sala y redescubrir sus maravillas, ¡con un foco transformás el mundo! Entonces voy y vuelvo, ninguno me aburre.
-¿Cuánto de la verdad del actor dejaste en Pentesilea?
-La representación está un poco cuestionada. No es Gustavo Saffores el real, el que pasea en la rambla, es el personaje: Saffores, el jugador, el que parece. El primer día improvisamos sobre la imagen que proyecta la persona y cómo el actor, desde esa construcción, entra y sale de su personaje. La verdad es un abismo para el actor, necesita un trabajo impresionante, porque se brinda, se abre, se entrega todo.
-¿Y la verdad de la dirección?
-La vas formando obra a obra ¿Cuándo un director no es de verdad? Cuando hace un truco. A veces no llegás a un resultado cómodo, yo creo que Pentesilea es incómoda para mí, para los actores y para el público, en el sentido de que no es lo que te esperás, entonces la incomodidad es amiga de la verdad.
-¿Qué pasa si en esa búsqueda reconocés defectos en la obra?
-Siempre. Y sé cuándo las escenas están mejor o peor, eso lo aprendí de Héctor Manuel Vidal, porque miro al público. Y siempre tus obras son como la prueba del ácido, dice Peter Brook, la imagen que te queda.
-¿Es una manera de vencer lo efímero que es el teatro?
-No, yo no busco eso, si no haría trucos. Las mejores imágenes que uno construye en un espectáculo tienen que ver con el proceso en el que fueron creadas, y de formarte un gusto, un buen gusto. Es mentira que al director se le ocurre todo solo, es montajista en el sentido del cine: cortás y dejás momentos de inspiración de los actores, de los diseñadores. Se trata de ser buenos ladrones.

domingo, 4 de septiembre de 2011

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