Diario de trabajo para montar a Kleist por Mariana Percovich

“Cuantas cosas se agitan en el corazón de las mujeres que no son para ser mostradas a la clara luz del día”

Pentesilea de Heinrich Von Kleist (Alemania, 1777-1811)


martes, 17 de agosto de 2010

Perversas y Divinas.



Camilla Paglia repasa en su ‘Sexual Personae’ (Valdemar, 2006) el recorrido de lo que ella denomina la personalidad occidental a través del Arte. Su defensa de lo dionisíaco como el motivo más recurrente en la cultura desde sus inicios hasta nuestros días pasa por registrar los movimientos de una de las personas del sexo más populares de la literatura universal: la mujer divina y perversa que devora hombres, la femme fatale.
Repasamos cuales son sus características y las evidentes implicaciones sexistas del mito
de la mujer destructora.
Mujeres que destruyen al hombre, que le condenan a un tormento sin fin y le arrastran al pecado. Mujeres que fuman y miran directamente a los ojos. Mujeres que utilizan el cuerpo como arma para vencer al héroe masculino impotente y desvalido. Mujeres cuya constante e insaciable sed sexual escapa a la comprensión y al sentido común. Mujeres que son víctimas de su propia naturaleza perversa.
La figura de la mujer perversa y fatal ha provocado desde siempre cierta polémica. Para algunos, la suya es la representación definitiva de la “verdad intrínseca de la diferencia sexual” una teoría que defiende abiertamente Camille Paglia en ‘Sexual Personae’.
Paglia, profesora de humanidades de la University of The Arts de Filadelfia promulga con la idea unificadora y canónica de su protector Harold Bloom y propone una visión de la cultura occidental polémica pero tradicionalista que mantiene que la cultura occidental oscila constantemente entre lo apolíneo (masculino e intelectual) y lo ctónico/dionisiaco (femenino y natural, salvaje). Defiende la necesidad de esta batalla
entre los principios masculinos y femeninos como fuente de creatividad y debate esenciales y estudia la representación de lo femenino en la cultura occidental, partiendo de la idea que esta evoluciona uniforme hasta nuestros días, para adentrarse en la cultura popular y pervertirla.
Pero no hay que olvidar que en la construcción del mito de la mujer fatal existe un elemento propagandístico inescapable, cuyo origen se encuentra en el auge del sufragismo y en la llamada ‘guerra contra la mujer’ que inició la cultura dominante y terminó revirtiendo en una iconografía de la misoginia completa y multidisciplinar.
Aunque sus orígenes se remontan a la antigüedad, la mujer fatal se convierte en un tema recurrente en la literatura y el arte a partir de la segunda mitad del siglo XIX, con el triunfo del simbolismo y el decadentismo. Oscar Wilde, Gustav Klimt y Baudelaire entre otros contribuyen a la caracterización de este personaje. La popularización de figuras como Salomé (reproducida hasta la saciedad en cualquier producto de higiene y
belleza destinado al público femenino de la época) contrarrestaba activamente con la figura del ángel del hogar, la madre fiel, patrón de comportamiento de las féminas del momento.
Pero, sin duda es el ‘film noir’ el que recrea la figura de la femme fatale con mayor éxito, tanto es así que al hablar de la mujer hiper-sensualizada, de labios rojo sangre y mirada felina no podemos evitar ver en ella a una re-encarnación de una diva del cine americano.
La mujer sádica resulta conflictiva por muchos motivos, primordialmente porque su razón de ser, contener y retener el imaginario sexista en un ícono definido y caricaturesco, es un modo de desplazar la perversidad y lo ‘sucio’ hacia Ella y liberarle a Él de cualquier responsabilidad sobre sus acciones. La femme fatale, esa puta fuerte y sana, que sin embargo termina pareciendo más enferma y débil que la esposa fértil, la
mujer-ángel, la madre-niña, el ángel del hogar, que se ocupa de ese hombre maltratado
y herido de muerte. La mujer vista por el hombre como amenaza sirve para compensar y
elevar al hombre a la categoría de constructor fértil por contraste con la feminidad
destructora y asesina.

La perversidad femenina toma distintas formas y aparece representada en multitud de
formatos y espacios. Agrupadas en categorías que distinguen caracrterísticas comunes
las mujeres fatales podrían dividirse en cinco grandes grupos que repasamos a grandes
rasgos.

Categoría:
Animalia




Son:
Arpías, esfinges, medusas, gorgonas, melusinas, sirenas y otros seres acuáticos como las
ninfas de agua dulce, las rusalkas de los estanques o las dríades.
Características:
Unidas a las fuerzas de la naturaleza por su condición física estas mujeres son temidas
como ninguna. Como señala el teórico Bram Dijkstra se trata de ‘encarnaciones de
Cibeles, la diosa de la fertilidad, la señora de la naturaleza bruta, la compañera ocasional del león.’ fuerzas brutas pues que arrastran al hombre hacia ‘una tumescencia perpetua y desesperada’, o lo que es lo mismo, al agotamiento post-coital y la petite morte definitiva. Resultan muy interesantes en sus variedades acuáticas, siempre arrebatadoramente bellas.

Representadas en:
Son las sirenas terribles que acechan a Sinbad, la Esfinge imperturbable y sonriente de
la inquietante En la Cena de Leon Bakst, las dríades que juegan con animales (Eva, de
nuevo, y la serpiente, bacantes, ninfas y sátiros), Las Profundidades del Mar de Edward
Burne-Jones, las Furias en la Orestíada, de Hesíodo.

Categoría:
Mujeres artificiales


Son:
Androides, robots, galateas, mujeres proyectadas.

Características:
La mujer perfecta no existe, debe ser construida y moldeada por el hombre, (generalmente, constructores, genios, inventores o escritores) ignorante de que su proyecto está destinado al fracaso, pues la mujer artificial sufre el mismo mal que sus compañeras, y ese es la naturaleza intrínsicamente perversa y femenina que terminara por destruir al creador -una paradoja incoherente que sin embargo sobrevive al paso del
tiempo. Esta es una categoría compleja que incluye tanto a Eva y Lilith, creadas por Dios como reproducciones de una belleza superior y desviadas del buen camino por su instintos, como a las mujeres-robot de la ciencia ficción, de hecho, la última revisión del mito de Eva inspirado por el desarrollo tecnológico y el darwinismo social del fin de siglo y el futurismo/surrealismo del período de entreguerras.

Representadas en:
Todas las revisiones del mito de Pigmalión y Galatea que relata Ovidio en las Las Metamorfosis y en especial Pygmalion de GB Shaw, Ideales de Friedrich Schille, Hadaly, protagonista de La Eva Futura de Villiers de l'Isle Adam, creada por Edison y lubricada con aceite de rosas. Brigitte Helm en el film Metrópolis (1926) de Fritz Lang.

Categoría:
Lolitas. Mujeres-niña.


Son:
Lolita, Dalila, Alicia y Wendy, las ‘furcias vírgenes de Babilonia’, o sea Salomé y Judith.

Características:
Malévola y aparentemente naïve. La sirven en dos modelos distintos: la niña tonta que no es consciente de la repercusión que su comportamiento tiene en los hombres a su alrededor, y la niña calculadora y pérfida que machaca por el placer de hacerlo, es decir, la niña que juega. Este es el reverso demónico de la hija perfecta y una de las personas del sexo más populares en la segunda mitad del siglo XX. Facciones indefinidas, cuerpo escuálido y el tarareo incesante de melodías infantiles son algunos de sus rasgos más notables.
Representada en:
Vanessa Paradis a las órdenes de Patrice Leconte en La Chica del Puente. Salammbó de
Gustave Flaubert. La Salomé de Oscar Wilde. La Lolita de Vladimir Nabokov, con el
rostro y el cuerpecito de Sue Lyon, protagonista de la versión cinematográfica de
Stanley Kubrick. Todas las niñas perversas del cine de terror japonés. La Carmen de
Bizet. Marilyn.

Categoría:
Ginandroides.


Son:
Amazonas, Pentesilea, la mayoría de las madres de la mitología clásica, algunas brujas y
hechiceras, Circe, vámpiras y lamias.
Carácterísticas:

Son las saqueadoras definitivas. Mujeres que sólo precisan del hombre en el coito
aunque, en la mayoría de lso casos, este sea infructífero. Simbolizan la esterilidad de la ‘lesbiana saqueadora del macho’ y se las representa a menudo con el pecho descubierto y en actitud desafiante. Son una fantasía masoquista en la que el hombre es sólo instrumento a merced de una mujer enferma y fuerza descomunal y se trata de una de las categorías más claramente homófobas y sexistas que pueda concebirse. Incluye, en
cierto modo, a las vampiresas de tendencia sexual ambigua, mujeres parásito que se
nutren del hombre, cazadoras y carnívoras.

Representadas en:
Cualquier fantasía sobre las amazonas de la pulp fiction, vampiresas en todas sus
variantes, La Belle Dame Sans Merci de Keats, la Circe de Homero, el objeto de deseo
de Años de Aprendizaje de Guillermo Meister de Goethe y las figuras andróginas de su
Fausto, la bruja Morgana 


Categoría:
La femme fatale del film noir. Vamps del cine americano.



Son:
Las pin-up, las Lauren Bacall del cine, las figuras rotundas y serpeantes que aparecen
tras el cristal del despacho cochambroso de un detective privado de tercera.
Características:
Una desviación de la vámpira y la más exitosa de las representaciones de la mujer perversa. El cuerpo flexible, la cintura de avispa, piernas cruzadas (las niñas buenas se sientan con las rodillas bien juntas), el pelo ligeramente ondulado oscurísimo o rojo intenso, las miradas felinas, un cigarrillo fino recostado sobre el labio inferior redondeado por el carmín brillante. Visten de negro y ocultan sus mentiras bajo pamelas
de tamaño descomunal. En conjunto, se trata de un icono muy poderoso visualmente
pero falto de complejidad y contenido.

Representadas en:
La gran madame del cine mudo Nita Naldi, Mae West, la broma de Jessica Rabbit,
Mary Astor y sus pestañas, Sharon Stone en ‘Instinto Básico’, Marlene Dietrich en ‘The
Devil is a Woman’ y Rita Hayworth en ‘Gilda’ y ‘La Dama de Shangai’, la Garbo.